lunes, 15 de julio de 2019

Viaje cultural por Egipto: pirámides, El Cairo y cultura egipcia


Viajar a Egipto... Basta con mencionar "Egipto" para que nuestra imaginación vuele maravillada: Karnak, Abu Simbel, Memphis, las pirámides...

Egipto lo tiene TODO para satisfacer nuestra ansia de belleza, misterio, espiritualidad, fantasía...

En esta ocasión hablaremos de las pirámidas de Guiza, o Gizeh.

En el año 2613 antes de Cristo, comienza la IV dinastía en Egipto con el reinado de Esnofru. La vida de este estraordinario faraón estuvo marcada por un afán inagotable por mejorar la técnica de la construcción de pirámides. Acabó la esbelta pirámide de Meidum, iniciada por su padre, y posteriormente, hasta su muerte, construyó en Dashur la pirámide inclinada y la llamada pirámide roja, donde quedó materializada por vez primera una "pirámide perfecta" de paredes lisas, superando los errores que había cometido anteriormente en la pirámide inclinada o romboidal.

Keops, también conocido como Khufu en egipcio, fue hijo de Esnofru y tuvo por objetivo llevar a la última expresión el arte de la construcción de pirámides, promoviendo el levantamiento de su "casa de eternidad" en la meseta rocosa de Guiza (o Gizeh). Su pirámide es conocida como "la gran pirámide", y ha sido el monumento más alto del mundo hasta fecha reciente, la única de las antiguas siete maravillas del mundo que ha llegado hasta nosotros.

Para los antiguos egipcios, y de acuerdo con su antiquísima religión, la pirámide era una "máquina de resurreción" para el faraón, la cual conservaba el cuerpo-semilla de este rey-dios y lo lanzaba a un viaje cósmico hacia las estrellas inmortales del firmamento, morada de los dioses. Desde allí, el faraón velaría por el porvenir de su pueblo, agradeciéndole eternamente su esfuerzo en la construcción de su lugar de descanso eterno. Desde allí velaría para que "Maat", la justicia y el orden, reinase en el mundo.

Como fehacientemente han demostrado los egiptólogos, fueron sobre sobre egipcios, y no esclavos estranjeros, quienes construyeron las pirámides, aprovechando los períodos en los que no podían trabajar sus tierras, debido a las crecidas anuales del Nilo.

Tras keops (Khufu en egipcio), el hijo de éste, Kefrén, construyó su pirámide en Guiza, que equivocadamente suele considerarse a primera vista por los turistas como la "gran pirámide", por estar construida en una elevación del terreno en la meseta de Guiza, y por conservar intacto su revestimiento superior de piedra caliza. A los pies de la pirámide de Kefrén se yergue, majestuosa a través de los milenios, la conocida Esfinge, custodiando la necrópolis.

Finalmente, Micerino, hijo de Kefrén, también dejó su impronta en la meseta de Guiza, construyendo una pirámide, esta vez más pequeña y "modesta", junto a las pirámides correspondientes a sus esposas.

Napoleón Bonaparte quedó fascinado ante la visión de las pirámides de Guiza. Y lo mismo puede decirse de toda persona que las contempla. Un "shock" fulminante nos embarga cuando elevamos la mirada hacia lo alto en Guiza, maravillados por el fabuloso esfuerzo e ingenio de varias generaciones de egipcios, y sobrecogidos ante la potente fuerza espiritual que desprenden estas gigantescas construcciones, las pirámides de Egipto, que honran a los hombres del antiguo Egipto y a todo el género humano.

Juan Bielsa