martes, 9 de diciembre de 2008

Turismo en Castilla la bella





Paisaje de Castilla - Pintura de Lago Rivera

Creo firmemente que las potencialidades del turismo interior en España son enormes.

Me agradaría dar algunas pinceladas sobre las posibilidades del turismo en las dos Castillas. Sin duda alguna, para aquellas personas amantes de la naturaleza, de los bellos paisajes, de la contemplación, del arte... pocas tierras ofrecen atractivos tan extraordinarios. Si en las Castillas fuesen plenamente conscientes sus habitantes y autoridades de la riqueza que atesoran, seguramente la protección de la misma se haría con un mimo extremo. El valor de un bello paisaje, por ejemplo, es inmenso, y es un "bien" muy vulnerable; una pequeña alteración, la introducción de algún elemento de mal gusto, da al traste con toda esa belleza. Y seguramente, pocas tierras tan afortunadas como Castilla en cuestión de paisajes... Bellísimos.

Recuerdo cómo, en mi adolescencia, me enamoré literalmente de los paisajes de Castilla, incluso antes de verlos o de pisarlos. Me enamoré de ellos a través de los poetas. Me enamoré de las llanadas místicas castellanas, de los horizontes luminosos e inabarcables, de las montañas azuladas en las lejanías, de su silencio, de su arte, de esa tendencia hacia lo místico de sus mejores hombres y mujeres.

Obviamente, también hay cosas que me desagradan de esas tierras: sus fiestas crueles con los animales, que no puedo aceptar en modo alguno; su centralismo, que ciertamente en algún grado "desprecia cuanto ignora", aunque en todo esto se va mejorando sobremanera. ¡Ay, si Castilla guardase sus esencias y su poesía, su belleza sin límites, y al mismo tiempo se abriese plenamente al mundo, y fuese comprensiva con las culturas minoritarias, y fuese plenamente tolerante con quien diverge de su destino! ¡Ay si Castilla fuese una tierra sin crueldad gratuita hacia los animales! Podría ser el reino perfecto, podría tener todos los tesoros, y los visitantes no podrían sino caer rendidos ante sus encantos, ante el hechizo que emana de sus páramos espirituales y de su arte.

Te amé Castilla en mi adolescencia y te amo ahora. Y así como algunos sueñan con sus estancias en mares lejanos, o en playas abarrotadas, yo sueño con tus llanuras y caminos, con tus pueblos, con tus conventos, con tu soledad, con tus poetas, con tus horizontes azules, con la paz que ofreces y que conduce solamente hacia la belleza interior que se anhela, hacia todo aquello que realmente importa.

¡Ay Castilla, Castilla, sí, podrías ser el reino perfecto para la contemplación, la luz azul de una esperanza, ideal llanada para el caminar del alma, el destino que todo viajero anhela en su corazón!